jueves, 7 de octubre de 2010

Una sutil diferencia...



Durante el último mes decidí realizar una encuesta en el blog. Agradezco sinceramente a quienes la respondieron y a aquellos que no sabiendo como participar, de todas maneras me hicieron llegar su opinión por correo, por teléfono o en forma personal. 

Mi intención... tratar de entender lo que pasa por la mente de quien se sienta frente a un inmobiliario cuando decide dar un paso tan importante como comprar su primera vivienda o cambiar la actual. 


En respuesta, un 67% manifestó sentir desconfianza, un 30% ansiedad, apenas el 3 % seguridad y "nadie" tranquilidad.
Todo cambio genera emociones encontradas. Lo cierto es que siempre, aún cuando ese cambio haya sido deseado, atravesamos momentos de gran estrés. 
Estos sentimientos personalísimos, se intensifican aún más, en un entorno como el nuestro, con una dinámica aleatoria, a tal extremo que el acceso a la primera vivienda, la adquisición de una casa más grande en reemplazo de una pequeña y viceversa pueden en ocasiones vivirse como una verdadera carrera de obstáculos.
Y es aquí, en esta instancia donde aparecemos nosotros, los inmobiliarios, con nuestros propios temores, nuestro bagaje personal y cultural, inmersos en ésta sociedad y no en otra, intentando generar algo distinto, envueltos en un abanico de ansiedades y expectativas con respecto a “ese otro” que espera nuestra ayuda.
Una sutil diferencia es la que existe entre las palabras ver y mirar, oír y escuchar. Ver significa obtener datos a partir de lo visible, mirar en cambio, construir interpretaciones de lo percibido en base a nuestra historia, experiencia y creencias como individuos parte de una comunidad en éste momento histórico.
Si hablamos de oír, nos referimos a una percepción material de cualquier ruido en el órgano del oído; escuchar en cambio implica también prestar atención. Se puede oír sin escuchar aunque no escuchar sin oír.
Escuchar es aplicar el oído para oír, poner cuidado y atención para comprender lo que se dice. Se escucha por voluntad, por deseo, por interés, por saber, por curiosidad; se oye por obligación, por casualidad, involuntaria, forzadamente: oímos muchas cosas que no quisiéramos oír, que nos daña oír, que no podemos evitar oír.
Escuchamos aquello que nos interesa oír, lo que nos es conveniente o grato. Sin duda, a menudo, preferimos escuchar halagos, pocas veces oír verdades.
Un iceberg se nos presenta a simple vista sólo en parte, lo que vemos representa aproximadamente 1/9 del total, los restantes 8/9 se encuentran sumergidos, escondidos. Mirar es algo así como tornar visible la fracción oculta del iceberg, renunciar a lo superficial y enfocarnos en la totalidad.
Si lográsemos cambiar nuestra mirada, dejáramos de oir simplemente y comenzáramos a escuchar, otra sería la historia. Seríamos capaces de distinguir los discursos vacíos de los que nos llegan cargados de contenido.
Estaríamos preparados para entender que "el mapa no es el territorio, sino una interpretación fragmentada de quien reporta. Siempre será una representación limitada de él, en la que no caben los actores, ni los olores, ni las honduras del terreno".
Comenzaríamos a escuchar lo que oímos, a mirar lo que vemos, nuestro trabajo se impregnaría de "valor" y con seguridad el feedback de esta encuesta sería diferente.



2 comentarios: